La idea de enviar a tu hijo o hija durante varios meses a otro país suele generar muchas preguntas:
¿Saldrá todo bien? ¿Se sentirá a gusto? ¿Estará bien cuidado?
Muchos padres nos cuentan, al mirar atrás, que tenían exactamente las mismas dudas.
Y también cómo esas incertidumbres pronto se transformaron en confianza: en cuanto su hijo o hija llegó bien, se adaptó y empezó a contar sus opiniones con entusiasmo.
La preocupación inicial se convierte entonces en una buena sensación.
Un año de intercambio no es solo una experiencia valiosa para los jóvenes, sino también una oportunidad de crecimiento para los padres.